De la Santa Fe original no queda más que cuatro muros blanqueados y el trazado de las calles. Rectas, verticales, jerárquicas, marciales, infinitas. Casi un anticipo escurialense. Después de ocho siglos de laberintico Albaicín y de equívocos salones nazaríes el campamento de piedra puso fin a la lenta decantación de la Reconquista. Roma y la Cruz, todo se sintetiza en Santa Fe.
La pobreza de los materiales y el escaso celo de conservación hicieron estragos pero la marca permaneció en el centro de la Vega. El lugar en el que los Reyes Católicos firmaron las Capitulaciones con Colón está ocupado hoy por un edificio modernicola tan feo que insulta. La Plaza de armas sigue conservando su soberbia sobriedad castellana. Los cuatro arcos que encierran el perímetro de un lienzo de muralla imaginario apenas resisten el asedio del tiempo y de la dejadez de sus gobernantes. En las calles en las que antes pendenciaban picas, coletos y yelmos, hoy no amenaza una flecha sarracena sino una teja malaya que te parta la crisma. A pesar de todo, esto sigue siendo Santa Fe y aquí nació la Modernidad.
Contra estas ruinas se alzaron hace un año Puigdemont , Quim Torra y algunos más.
El próximo 6 de octubre la localidad celebra su fundación con un cortejo conmemorativo en el que se recrean aquellos gloriosos días. Dadas las circunstancias, sería de provecho que el séquito se transformara en mesnada y que, como aquella Corte de los Reyes Católicos siempre itinerante y peregrina (la Reina se descuajeringo por dentro de tanto montar a caballo), recorriera los polvorientos caminos de Castilla para dirigirse a Barcelona. Una vez allí es obligado hacer limpieza de lazos amarillos. La imagen de Isabel la Católica retirando basura independentista debe poner en tal pavor a Torra, a Torrent y a la seva tieta que ciscándose en los calzones huirán a la Corte de Gante como Puigdemont, o a buscar el amparo de cualquier príncipe protestante que les financie para seguir engordando la Leyenda Negra.
Como las arcas del Consistorio se encuentran bastante mermadas y un viaje de estas características se lleva sus reales de vellón, propongo algo más asequible y de similar efecto. El hermanamiento de la Ciudad de Santa Fe con la Ciudad de Barcelona. Porque Barcelona es pueblo colombino. Y españolísimo e hispanísimo. Si lo es Santa Fe por las Capitulaciones, Palos porque de allí partieron las calaberas, Baiona porque allí volvieron algunos de los que se fueron, Barcelona, que es donde los Reyes recibieron las noticias del Nuevo Mundo de parte de Cristóbal Colón tiene que ser también pueblo colombino. Algún politicucho gallináceo de vuelo corto te preguntará igual por el precio. Pero qué importa el precio si nos están robando la Patria, como podría decir cualquier populista como Pablo Mezquitas, digo Iglesias.
El hermanamiento entre dos villas tan importantes para la historia de España despejará las dudas de muchos. Ellos tienen que querer hermanarse también pero ¿quién puede resistirse a su caja de piononos?Contra estas ruinas se rebelaron hace un año algunos ridículos secesionistas. El 6 de octubre celebraremos los 527 años de la fundación de la cuna de la Hispanidad. Las ruinas de Santa Fe siguen en pie, lo estaban en 1640, en 1714, en 1934 y en 2017. Lo seguirán estando.